Siempre me imaginé tener una vida tranquila, sin demasiado drama. Pensaba que nada "malo" podría pasarme, que siendo buena persona y trabajando en lo que debía mejorar, todo iba a estar perfecto.
Pero, llegó el 2020 y con él, no solo una pandemia, sino también la noticia del virus del papiloma humano.
Todo empezó una mañana cualquiera, comencé a sentir una picazón en mi zona genital que no podía controlar con absolutamente nada, comencé a notar unos brotes bastante inusuales, hablé con mi mamá, le conté lo que estaba pasando, y decidí ir al médico.
Me dieron algunos posibles diagnósticos, pero todo apuntaba al VPH, algo que había escuchado hacía mucho tiempo, pero de lo cual no tenía conocimiento suficiente.
Efectivamente, después de muchos exámenes, citología e incomodidades, conocí el virus del papiloma humano, comencé a realizarme varios tratamientos sin tener resultado, mi autoestima bajó casi en un 100%, al punto de no querer hablar mucho con nadie, de no querer conocer nuevas personas, de no querer salir de mi habitación. 
Después de hablar con una de mis mejores amigas sobre el tema, me recomendó una ginecóloga espectacular, la cual podría ayudarme a erradicar por completo el virus, con un tratamiento con láser que prometía ser muy efectivo.
Durante ese tiempo y los días antes de la cita con la ginecóloga me sentía muy culpable, me cuestionaba todo el tiempo si verdaderamente había hecho las cosas bien. Me sentía mal con mi cuerpo, no me sentía merecedora de amor ni nada por el estilo, me avergonzaba demasiado y aunque ha disminuido esa vergüenza, aún sigue presente.
Cuando llegó el día de la cita, la ginecóloga me explicó muchas cosas sobre el VPH, por ejemplo que era algo más común de lo que pensaba, que todas las mujeres en algún momento de la vida, habíamos sufrido de eso y que el porcentaje era muy alto, que no es una ETS si no, una ITS (infección de transmisión sexual) y que, por lo tanto, había tratamiento, pero que este dependía más de mí que de cualquier medicina, que hay muchísimos tipos, que no es una infección para la cual se tiene cura, si no, que el mismo cuerpo se encarga de sacarla (por eso, lo de que dependía más de mí), también que el tipo de VPH que me dio, es el menos peligroso, ya que hay uno silencioso que puede causar cáncer, de aquí la importancia de los chequeos constantes y las citologías.
El tratamiento consiste en quemar todas las lesiones con láser, pero primero te debes aplicar un anestésico que permitirá que todo sea más rápido y menos doloroso.
Mientras la sesión pasaba, la Dra. Sandra, me explicaba que el método era bastante efectivo y que posiblemente no necesitaría más que una sola sesión de láser, lo que para mí fue un gran alivio. Al finalizar me pidió volver en 15 días para una revisión. Fue un descanso para mí, saber que después de esa primera sesión, las lesiones desaparecieron por completo.
Sin embargo, la doctora me explicó que era posible que el VPH volviera a aparecer si tenía episodios de estrés muy altos, o situaciones de mucha tristeza. Por lo tanto, debía tratar de mantenerme en calma, y que, si las lesiones no volvían a aparecer en dos años, lo más probable era que esta se había ido por completo, aun así, debía continuar con chequeos cada 6 meses.
Efectivamente, tuve un episodio alto de estrés laboral, por lo que algunas lesiones volvieron a aparecer y con ellas, el miedo de volver a empezar. Por lo tanto, decidí volver donde la ginecóloga y hasta este momento, no he tenido nuevos brotes.
El VPH me ha enseñado muchas cosas, como estar más pendiente de mi salud, establecer límites a la hora de entablar nuevas relaciones, pero, sobre todo, a amarme más y entender que todo es perfecto.
No ha sido un camino fácil, pero cada día voy aceptando y amando más esto que no sé por cuánto tiempo esté conmigo.
Si tú estás pasando por lo mismo, confía en que no estás sola, y que, con buenos hábitos alimenticios, buena higiene y chequeos constantes, se logra tener calidad de vida.
¡¡Mucho amor para ti!!